Hoy se cumplen 84 años del terremoto de Chillán de 1939

 

UN 24 DE ENERO DE 1939 TERREMOTO EN CHILLÁN

 

Un sismo de 8,3 grados en la escala Richter afectó a las 23
horas con 35 minutos la zona comprendida entre Talca y el Bio
Bio el martes 24 de enero de 1939, conocido como el
“Terremoto de Chillán del 39”. El movimiento que duró tres
minutos, tuvo su epicentro cerca de la ciudad de Quirihue,
producto de una ruptura de la Placa de Nazca.

Cabe consignar que este sismo ocurrió justo al mes de asumir
la presidencia de la República Pedro Aguirre Cerda, teniendo
un costo para el país de aproximadamente de 30 mil muertos,
aunque sólo 5 mil 685 fueron identificados. Adicionalmente,
centenares de personas quedaron heridas, y la zona debió
sufrir grandes pérdidas en la agricultura y la ganadería.

Los testigos señalaron que la tierra comenzó a moverse
lentamente hasta alcanzar la intensidad mencionada; siendo la
ciudad de Chillán la más dañada, desplomándose las
construcciones de sus 144 manzanas, lo que levantó una nube
de tierra que tardó días en disiparse, a pesar de la lluvia
veraniega que en la mañana ablandó los adobes.

De sus casi 4 mil inmuebles quedaron en pie unos quince,
entre ellos el edificio del Banco Español, la farmacia de la
Plaza de Armas y las viviendas de la familia Kusacovich y
Etchevers. Pero la tragedia no terminó ahí, porque minutos
después del terremoto vino el fuego. Entonces Chillán se
llenó de sombras largas en una hoguera que terminó por
consumir los pocos restos de esperanza que le quedaban a los
sobrevivientes.

Otra de las ciudades afectadas fue la “colonial” Concepción,
que debió lamentar más de 25 mil muertos y miles de heridos,
quedando el 95 por ciento de las viviendas con graves daños
estructurales. En las calles sólo se escuchaban lamentos y
gritos pavorosos clamando el nombre de familiares por si aún
estaban con vida entre los escombros.

El terremoto fue seguido por frecuentes temblores durante
toda la noche. En vela, en los patios de las casas o en las
plazas de la ciudad, la población debió esperar el amanecer
para tener una visión de lo ocurrido y rescatar los cuerpos
de sus seres queridos, atrampados por adobes, ladrillos,
vigas y techos desplomados.

En las ciudades afectadas, incluso en Santiago, los ataúdes
no alcanzaron para tantos muertos. Tampoco el personal del
Registro Civil dio abasto tratando de identificarlos,
mientras el calor hacía lo suyo. En Chillán finalmente se
optó por sepultarlos en dos fosas comunes de 400 metros de
largo cada una.

Mientras que en Concepción los muertos fueron puestos en la
esquina de O’ Higgins con Anibal Pinto, de donde fueron
trasladados al cementerio y enterrados en grandes zanjas, de
una cuadra de largo.

A su vez, los sobrevivientes quedaron privados de los
elementos más indispensables: agua, electricidad, víveres,
techo, ropas, remedios, teléfonos, etc., razón por la cual,
las primeras disposiciones del gobierno fueron dotar a los
aterrados ciudadanos de lo más necesario.

Al día siguiente del terremoto el Mandatario acompañado por
su señora, tomó a las 9 de la mañana el tren con destino al
sur. Tres horas después el Ministro de Relaciones Exteriores
se dirigió al país para dar a conocer los primeros informes y
las medidas para coordinar la ayuda.

Ni él ni quienes escuchaban su discurso a través de la radio
del Ministerio del Interior, imaginaban a esa hora la
magnitud de lo ocurrido:

«La verdad es que las informaciones transmitidas por las
radios son evidentemente exageradas. No se ha producido el
número enorme de víctimas que se está anunciando».

Rápidamente se organizó la ayuda para la zona afectada con el
lema «Sea Humano». De esta manera, muchos salieron a la calle
recogiendo donaciones y los bancos abrieron cuentas
especiales para recaudar fondos. En Santiago cientos de
camioneros acudieron al Parque Cousiño, actual Parque
O’Higgins, llamados por el gobierno.

En La Moneda, en el Patio de los Naranjos, comenzaron a
funcionar oficinas especiales de recepción y despacho de
telegramas y también se publicaron las listas de muertos y
heridos.

Los camioneros formaron la caravana de ayuda, transportando
víveres y, a su regreso, a los heridos que soportaran el
traslado. Los más graves e importantes llegaron en tren desde
Talca o en aviones trimotor hasta el aeropuerto de Los
Cerrillos.

El país se unió y atrás quedaron las diferencias políticas,
que tanto afectaban en la época. Según lo señalado por Elisa
Domínguez Berzano una adolescente de 16 años, para la fecha,
“la ayuda fue muy rápida, incluso la del extranjero”.

Con la experiencia del terremoto de 1939 el gobierno comenzó
a exigir nuevas normas de ingeniería en las construcciones. A
partir de ese año casas y edificios deben contar con una
estructura antisísmica.

La catástrofe del Sur, donde se perdió la cuarta parte de la
producción agrícola del país, y el semiterremoto grado 6 que
sufrió Copiapó semanas después, aceleraron la decisión del
Congreso de aprobar las siguientes instituciones:

Se creó la Corporación de Fomento de la Producción, Corfo,
con el objeto de ayudar a la formación de sociedades anónimas
controladas por el Estado, que tengan por fin la explotación
minera, hidroeléctrica y de infraestructura. El estado otorga
capitales, créditos y leyes de protección.

Además, nació la Corporación de Reconstrucción y Auxilio,
actual Onemi, para prestar ayuda a los damnificados. Ambas
fueron activadas por ley en abril de ese año.

FIN/EMA/EMA/EMA/RCM

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